sábado, 5 de septiembre de 2015

TUXEDOMOON. "Desire/No Tears" (1986)


En 1986, Tuxedomoon sacaron conjuntamente "Desire", disco de 1981, y las cuatros primeras canciones de las banda en 1978, con el título "No tears". ¿Qué decir de Tuxedomoon? Escuchando las 14 minutos de "East/Jinx/.../Music=1" con su saxo provocador, y su ritmo de baile progresivo entre andanadas de post punk lento, sabes que discos como éste son los que han puesto las coordenadas para la evolución del rock actual.

Pedazo de banda Tuxedomoon. Blaine Reininger y Steve Brown, desde su inicio supieron sacar partido a la experimentación, acercándose a la fusión con el jazz, y probando de aquí y de allí,sin miedo jamás a perderse.  Las primeras canciones del disco son de "Desire". "Victims of the dance" es puro 80. Riesgo de oscurecerte, coetáneos de los primeros Joy Division, The Sound, y demás histriónicos, pero siempre con una visión arty del rock.

En "Incubus (Blue suit)" juegan con robots programados hacia una orbe de máquinas pensantes, y "Desire" la que titula el disco, es un algorítmo de paciencia industrial con posos de un funk esquelético. "Again" se pierde en una dulce velada con esa instrumentación pretecnológica, con un bajo que amenaza sombras, pulso y redención, jaleo y lucha.

"Holiday for Plywood" es música de anuncios. Una sideral aproximación a una sinfonía de vendedores de corazones funestos. Los primeros años de Tuxedomoon fueron así, hijos de su época, sistematizados y programados para vender palabras esdrújulas, caminos y surcos de unos años que dieron mucha gloria.

De "No tears" son las 4 ultimas. Se nota que son de 1978. Arqueología que toca a Magazine en "New Machine", y en "Litebull Overkill" se disfrazan de seguidores de unas nieblas siempre compuestas por rayos eléctricos. Mi preferida, "No tears" un hit en toda regla, una emocionante y catártica ecuación de postpunk que a día de hoy todavía no ha sido superada por los yogurines de la nada.

Luego vendría la evolución, con una trayectoria siempre regida por ir siempre a su onda, al margen de los dictados del momento ("The ghosts of Sonata" (1991) o "Joeboy en Mexico" (1998) son dos muestras de ellos). Estos inicios fueron especialmente emocionantes. Un salpullido en toda regla. Un festejo de rudezas interiores. Festín y lujo.


2 comentarios:

Juanjo Mestre dijo...

Joer, este disco recuerdo que me gustó en casa de un amigo hace mil años pero hace casi tantos que no lo he vuelto a escuchar. Me lo apunto para revisarlo. Un abrazo.

Carlos dijo...

Unos de los grandes grupos a recordar